Se nos presenta por delante un futuro incierto, lleno de medidas sanitarias, sociales, políticas, educativas, económicas sin precedentes, nunca antes tomadas, planteadas a priori por el bien común de la mayoría. Ahora bien, ¿meditamos, cuestionamos o reflexionamos sobre lo que se nos pide y/o exige? ¿Dónde está el límite? El ser humano, salvo raras excepciones, busca constantemente la aprobación social, el sentirse integrado en el grupo, el no romper las reglas comúnmente establecidas. No obstante, ¿quién puede y debe abrirnos paso hacia el sentido común? La respuesta es sencilla: ningún Gobierno, ningún líder, ningún jefe, ningún maestro. Sólo nosotros mismos teniendo criterio (que no criticando), es decir, seleccionando, cribando la realidad y entresacando lo positivo para mejorarlo. He aquí un interesante experimento social en el que se comprueba que somos muy vulnerables a la presión social y que es más fácil seguir a la mayoría que oponerse (por ridículo que...